David Hockney en la Royal Academy of Arts

Dicen que no hay jubilación para el que tiene vocación de artista y David Hockney es un ejemplo de alguien que, pese a oír poco, sigue tan creativo como en sus inicios. Y como afirma el autor: «Me siento mayor, como si tuviera ochenta años cuando hago las cosas cotidianas. Sin embargo, cuando pinto me siento como un joven de treinta».

Con sus 81 años de experiencia, Hockney ha dejado una gran huella en el arte contemporáneo. Pese a que su aire nos recuerde a Monet y Matisse, su mirada inquieta sobre lo que le rodea siempre ha buscado discriminar lo que no es esencial para plasmarlo a su manera.

Si nos centramos ahora en la pieza que nos concierne, el documental posee la fuerza del autor y el mismo impacto que causaron sus dos exhibiciones en la Royal Academy of Art de Londres (2012 y 2016).

Mediante íntimas entrevistas Phil Grabsky (ya experto en documentales de artistas) nos focaliza en estos dos acontecimientos. A medida que pasan los minutos, vamos entrando en el contexto previo causante tanto del tema como de la técnica de la primera exposición. De este modo, los paisajes de Yorkshire fueron el detonante para crear esos grandes lienzos a trozos.

A grandes pinceladas, también conocemos otras facetas del artista como la del cine y sus trabajos con las nuevas tecnologías. Estamos frente a un autor que ha sabido adaptarse al Ipad y al Photoshop pero sin adularlas ni perder su personalidad, sabiendo que con ellas se gana aunque también se pierde.

Y es que Hockney es osado para enfrentarse a retos. Así lo hizo al aceptar el trabajo para su segunda exhibición, hacer unos setenta retratos de personas cercanas al autor (que terminaron siendo ochenta y dos, y un bodegón). Algunos famosos y otros no, pero todos son igual frente al análisis del artista. Tres días trabajando y dos de descanso.

Esta pieza es muy interesante para descubrir al pintor y, sobre todo, viene bien profundizar en su audacia y obras.

Firma: Carla Sciamma