El hijo de Bigfoot

Hay que remontarse al año 1987 para encontrar la última vez que el cine visitó el mito del Bigfoot. Lo hizo bajo la dirección de William Dear en la oscarizada Harry and the Hendersons. Ahora Jérémie Degruson y Ben Stassen, uno de los pioneros mundiales del cine de animación 3D, recuperan el mito y, valiéndose de la trillada fórmula de mezclar humanos con una tropa de animales parlantes, consiguen una película guasona que esbozará sonrisas en el espectador sin caer en la broma escatológica basada en el eructo y otras flatulencias.

El hijo del Bigfoot apuesta sobre seguro, sin caer en el error de querer ponerse a la altura de los estudios dominantes del género; como Disney, Pixar o DreamWorks Animation, y se reafirma en la idea de una aventura para toda la familia.

Si bien el film ofrece un guion reciclado, predecible en todo momento y falto de sorpresas (con lo que no consigue enganchar al público más adulto), sí que brinda un magnífico trabajo de animación, con unas texturas muy trabajadas. Una muestra que la excelencia artística no solo corresponde a los estudios punteros del producto animado.

A riesgo de quedarse con la sola idea de que El hijo del Bigfoot es la clásica comedia de payasadas con un tono conciliador y de buenos sentimientos, hay que destacar su capacidad para hacer reflexionar sobre temas tan delicados como el bullying, la autoaceptación y la importancia de la familia.

Aunque los 92 minutos de duración no quedarán para la posteridad, este título hará las delicias del público infantil y será soportable para los más adultos, que encontrarán en esta producción un producto digerible y que cumple con su objetivo: pasar un buen rato todos juntos.

Firma: Oriol de Ribot