Spirit: indomable

La saga de Spirit, el corcel indomable, que comenzara en los cines en 2002, ha dado ya lugar a dos secuelas y a una serie de televisión. En esta última incursión en la gran pantalla, nos sumergimos en una aventura que, pretendiendo ser épica, solo consigue llegar a disparatada.

Confeccionar una historia de animación, para entretener a un público infantil en los primeros días de las vacaciones estivales, no debería ser razón suficiente para presentar un guion inverosímil que convierte el lejano Oeste en Narnia u otro lugar de los relatos fantásticos.

Las aventuras de Fortu y sus amigas, con el pobre Spirit despeñado en caída libre por un cañón de gran altura sin que se haga ningún rasguño, son tan irreales y desproporcionadas que casi fascinan por su atrevimiento.

Los cuatro guionistas (demasiados escritores, quizá, para que saliera un libreto equilibrado) introducen un sinfín de elementos, entre tópicos y novedosos, que son incapaces de controlar y que desbordan la narración haciéndola confusa y decepcionante.

Entre tantos ingredientes, alguno tiene cierta gracia, como el avispado hermano de Abigail y su veloz burro. Todo suena a un proyecto cerrado con precipitación en el que ni siquiera la animación ofrece imágenes tan espectaculares como las que cabía esperar.

Por otro lado, queda claro el interés por dotar al film de algún mensaje didáctico y se insiste para ello, machaconamente, acerca de las bondades de la amistad y la familia. Gustará, por ello, además de a los más pequeños de la casa, a un público femenino preadolescente. Sin embargo, sus buenas ideas se desdibujan con una protagonista que no deja de ser una imprudente e insensata desobediente, que nunca es consciente de las consecuencias de sus actos, funciona a impulsos y a eso, en la película, se le llama fuerza, valentía y determinación. Así nos va.

Firma: Esther Rodríguez