Marbella

Los responsables de esta ficción son Dani de la Torre y Alberto Marini, quienes ya coincidieron en La unidad. Para esta ocasión, rescatan a Hugo Silva y le devuelven ese aire poco serio que ya respiraba en Los hombres de Paco. Aunque nada tiene que ver un título con el otro, sí comparten el tono de comedia en un ambiente poco consonante.

En Marbella el escenario es el ilegal mundo de la droga y sus pobladores. Y, mientras el protagonista –César– rompe la cuarta pared para explicar directamente a cámara su filosofía de vida (algo bastante innecesario), sus clientes se amenazan, se torturan o se disparan. Es el lejano oeste en la cercana Marbella y al estilo spanish.

El complemento de César es un melancólico traficante que siempre parece enrabietado. Adornado con un carácter infantil y moldeable, Yassim (Khalid El Paisano) no aporta el grado de maldad o autoridad que necesita su personaje. Tampoco transmite el temor necesario para que el espectador prefiera posicionarse junto a Silva y sus tejemanejes.

Por su parte, la historia empieza y acaba sin que haya pasado nada en ningún sentido. Solo nos queda claro a quién pertenece la ciudad y de qué forma es preferible vivir según sus guionistas. Quizá no valía la pena tanto esfuerzo de rodaje y tanta exhibición de lujos para exaltar lo peor que le puede pasar a una ciudad.

Esta ficción se diluye por estereotipar a a sus personajes sin piedad, por dulcificar la oscuridad del crimen, por la superficialidad de los diálogos y los acontecimientos y por la manipulación descarada de su audiencia. No es suficiente que Hugo Silva nos guiñe un ojo a través de la cámara para que le sigamos fielmente hasta el final.

Firma: Mar Pons