Convicto (Starred up)

David Mackenzie abandona sus variados escenarios fílmicos, y casi siempre marcados por alguna extraña obsesión, para encerrar a sus protagonistas en una prisión inglesa. Aunque Mackenzie imprime un sello visual enérgico, lo cierto es que ha contado con Jonathan Asser, un terapeuta carcelario con más de 10 años de experiencia.

Asser ha partido de esas múltiples vivencias para construir un guión que sabe a nuevo y verosímil, a pesar de que es difícil innovar en este género y a estas alturas. Con el aroma clásico de las relaciones paterno-filiales, el tono claustrofóbico de la arquitectura y el ambiente sórdido, marcado por un registro violento, donde destino, libertad y pasado se relacionan con poca salubridad, Convicto resulta un relato fascinante y perturbador.

David Mackenzie y Jonathan Asser imprimen un estilo que adopta lo mejor de la puesta en escena documental, independiente y fresca, y de la narración clásica, que mueve o sujeta la cámara para encontrar el mejor prisma para las emociones. Los numerosos encuadres que revelan marcos, puertas y rejas en movimiento intensifican las ideas del conflicto, a la vez que contrastan con las escenas de terapia, donde ningún arco se interpone entre Baumer y los presos y donde se  intenta rescatar lo genuinamente humano que habita en cada uno de ellos.

Ahí, en ese contraste, Starred up gana su mejor pulso, junto a las escenas en las que Love padre y Love hijo expulsan sus demonios y airean, a su manera, el miedo y la añoranza por lo que nunca tuvieron. Como es habitual en este tipo de películas, también se aprovecha para criticar las corrupciones dentro del sistema en una subtrama que, como el resto del guión, dinamita, mueve e impulsa la historia sin freno pero con profundidad.