Bohemian Rhapsody

Piel de gallina. Así se queda el espectador después de ver Bohemian Rhapsody, un grandioso homenaje a Queen a través de sus canciones más míticas, de su historia, de la compleja personalidad de su cantante Fredy Mercury y de su relación con el resto de la banda.

El director Bryan Singer –con ese nombre estaba predestinado– nos conduce por los inicios de la mítica banda; de su líder y la difícil relación con su padre; su encuentro con el guitarrista Brian May, sus primeros éxitos y el precio de la fama cuando alcazan la cumbre de la música. La trama se presenta de una manera sencilla y cronológica, algo que el guión agradece porque aquí se trata de mostrar la música y el hombre, lejos de experimentos narrativos.

Cabe destacar dos apartados: por un lado el proceso de creación de las canciones; hubiera sido muy fácil poner todo el peso en el ruido mediático que acompañó a los músicos británicos y, sin embargo, Singer estudia, mima y plasma de manera detallada cómo conseguían combinar genialidad y trabajo.

El otro punto es el maravilloso trabajo de Rami Malek en el papel de Mercury. El actor angelino logra transmitir la compleja e histriónica personalidad del cantante de manera sincera, sin pasar por alto las malas decisiones que tomó y que le llevaron a contraer la enfermedad del SIDA.

Bohemian Rapsody es una película que, a los nacidos en los 70 y 80, nos devuelve a nuestra adolescencia. Pero, sobre todo, es un film que nos enseña los hilos detrás del tapiz. Una cinta que nos habla de la familia, de los sueños, de los amigos, de las cosas que valen la pena y de las que no.

Firma: Llorenç Ramis