Borat, película film secuela

Borat regresa. Esta vez, cambia el director, pero siguen los cuatro guionistas más otros cuatro más para intentar llevar al extremo la definición aristotélica de comedia: “la imitación de los peores (hombres) (…) que los de nuestro tiempo”.

Y, precisamente, al llevarla al extremo y gestionar con pobreza los recursos (no solo narrativos sino humanos), el film deforma hasta desgraciar (en todos los sentidos) lo que podría haber sido una nueva parábola del síntoma del occidente americano.

Por un lado, el argumento abunda en aspectos sórdidos para construir una pobre caricatura de ciertos modelos de vida contemporáneos, ya pobres de por sí. Y por otro, el guion apuesta por interactuar con géneros (documental, ficción, falso-documental, comedia, parodia…) en un juego donde realidad y exactitud van al compás de la post-verdad que anega estos tiempos.

Esta fórmula, original y franca en momentos, deviene en un barrizal donde lo ético sucumbe al placer de querer provocar y de parecer retador. Sin embargo, Borat ensarta una serie de chistes repetitivos y poco elaborados, además diseñados bajo y para una mirada masculina y con autoconciencia de precariedad moral. Ahí entrarían también momentos como el pasaje en la sinagoga. Hacer reír a algunos y, a la vez, ofender a otros es posible, como lo es que, en unos casos, sea más acertado lo primero y, en otros, lo segundo.

Firma: Lourdes Domingo