Burning

Burning deslumbró a la crítica tras su paso por el Festival de Cannes, donde se llevó el premio Fipresci y, ahora, se embarca en la carrera a los Óscar como candidata por Corea del Sur.

Un film coreano de dos horas y media puede echar para atrás a más de un espectador, o bien ser la delicia del cinéfilo que quiera disfrutar, una vez más, con las maravillas que a veces nos deja el séptimo arte.

Jongsu casi no ha salido de la granja donde vive, pero cuando conoce a la extrovertida y dulce Haemi y a Ben, un pedante millonario, su vida no volverá a ser la misma. La transformación del protagonista a partir de este momento es un punto de no retorno.

Los tres jóvenes actores interpretan con una naturalidad magistral la realidad de sus roles, atrapados entre la soledad, la inmadurez y la diferencia de clases. Cada gesto de Ben desprende esa pulcra arrogancia y seguridad que contrasta con la inexperiencia y la llaneza de Jongsu, contraste que saca una sonrisa al espectador en más de un momento.

A la par, el clima de tensión que envuelve el original, ambiguo y crudo conflicto de la película va in crescendo. El espectador queda hipnotizado por la belleza de cada escena e intrigado por lo que teme va a suceder.

Lee Chang-Dong despunta en mostrar todo eso a través de la vida cotidiana de los personajes. Detrás de los detalles, hay una mirada poderosamente dramática; dicen más de lo que parece, de una manera sutil y certera. Al final, parece que gana el existencialismo y que las personas no tienen más remedio que canalizar esas pasiones siendo víctimas de ellas.

Firma: Bego Arribas