Christopher Robin

Tras la reciente Adiós, Christopher Robin (2017) el título de este año también ahonda en el universo del creador de Winnie the Pooh, Alan Alexander Milne. Esta vez, se centra en la vida del hijo del escritor y no en la vida de Milne, como hizo la primera película.

Christopher Robin (1920-1996) fue el personaje protagonista de la saga de cuentos del osito creado por su padre, y los amigos de Winnie the Pooh eran los auténticos peluches de Christopher.

Ahora, Christopher Robin se ha hecho mayor y ya se ha olvidado de lo que es ser niño y de sus muñecos de la infancia. Winnie the Pooh tendrá que volver y desarmarlo con su inocencia. Jim Cummings, la voz del oso de felpa desde 1989, también pone voz al tigre Tigger.

El film arranca con una escena bucólica, de cuento, a la que no le falta detalle, mientras la pandilla de muñecos de felpa toma el té como si les hubieren insuflado vida. Ese halo de ternura y melancolía en el que viven estos personajes se mantiene cada vez que pisamos el Bosque de los Cien Acres, especialmente, cada vez que Winnie the Pooh abre el hocico; momentos en los que te sonríes, te emocionas y ríes. También con las réplicas del pesimista burrito Igor.

Es una atmosfera curiosa para una producción, de entrada, infantil y se acentúa cuando viajamos a Londres a la lluviosa vida de Christopher Robin. Ewan McGregor puede interpretar lo que se le ponga por delante, pero no tiene margen para interactuar con su mujer y su hija, a las que les falta peso en la trama.

Así, a medio camino entre la simpatía y la tristeza, las escenas sombrías y las luminosas, la película familiar y la cinta predecible, lo que sostiene todo es la presencia de Winnie the Pooh. El muñeco encarna este mensaje para adultos, simple y mil veces visto, aunque positivo.

Firma: Begoña Arribas