Destroyer

Destroyer utiliza como principal reclamo el desmejorado y prácticamente irreconocible rostro de Nicole Kidman, reto al que algunas actrices de belleza consagrada gustan de sumarse como un ejemplo de crecimiento profesional. Ya lo hizo Charlize Theron en Monster o la propia Kidman en Las horas. Sin embargo, la película funciona y convence porque detrás del trabajo de maquillaje se encuentra una historia también atípica en la actriz y en cualquier personaje femenino.

La tragedia del que vive en soledad, acompañado tan solo por las heridas sufridas en el anonimato de un acto de servicio encubierto en el que se dejaron el amor, la honradez y la posibilidad de un futuro normal, está asociada habitualmente a protagonistas masculinos; y sorprende (y agrada) cómo Nicole Kidman se hace con el papel y nos lo ofrece de un modo realista, convincente y verosímil.

El guion entretiene y combina, con dureza, la intriga policíaca con el drama personal y con un retrato social lleno de tipos humanos variados, que ocupan un amplio abanico de intenciones, capacidades y valores morales. Y una tímida reflexión acerca del importante rol de la educación en el desarrollo individual y colectivo de una comunidad.

El ritmo pausado y un metraje que se alarga innecesariamente lastran en algún momento la atención, que no el interés, del espectador hacia el film. Por otra parte, puede que resulte excesiva la caracterización de la Kidman y le haga perder algo de credibilidad.

No obstante, el acierto del montaje, el inesperado giro final, las localizaciones desérticas y cargadas de significado, las imágenes de los skaters (y muchas otras de dura belleza y expresividad) hacen de Destroyer un buen producto que va más allá del lucimiento personal de su protagonista.

Firma: Esther Rodríguez