Dios mío, ¡los niños han vuelto!

Michèle Laroque dirige y protagoniza una entretenida película que hace humor de la convivencia familiar. Su inicio es muy prometedor pero la tormenta que presagia nunca llega a desatarse, lo cual tiene sus ventajas e inconvenientes.

Por un lado, todos aquellos que esperaban profundizar en situaciones comprometidas se verán decepcionados. Sin embargo, por otro, al no llegar a una guerra entre parientes, no se muestran escenas que puedan incomodar al espectador. Los personajes no se pasan de la raya en el trato con los demás y los diálogos son bastante neutros, lo que evita ofensas y sensibilidades heridas.

El objetivo no es otro que el de amenizar unos minutos y la cinta cumple con ello. Es un producto ligero, con coyunturas muy divertidas, protagonistas clichés y una ambientación genérica que permite que un amplio público se sienta identificado.

Hay algún rol de relleno que podría exprimirse más y momentos que podrían llevarse más al extremo. No obstante, el film es justo lo que aparenta: una comedia sin muchas pretensiones, que hila una serie de tópicos con habilidad y hace pasar un buen rato. Además, tiene un metraje adecuado, un tono correcto y unas buenas interpretaciones, que hacen más agradable la experiencia.

Firma: Patricia Amat