Domino

Brian De Palma (Los intocables de Eliot Ness, Carrie, Misión:Imposible) demuestra su pericia tras la cámara para contar un descafeinado thriller policiaco que arranca en las calles de Copenhaguen.

Igual pericia la del director de fotografía José Luis Alcaine, habitual de Almodóvar, que ilumina esta historia con estilo setentero. Con claras referencias a Hitchcock –como la persecución a lo Vértigo en el tejado–, añade suspense a la propuesta el compositor Pino Donaggio, frecuente colaborador del director.

El reparto autóctono cuenta con Nikolaj Coster-Waldau y Carice van Houten, ambos actores de Juego de tronos, con un memorable Guy Pearce en sus apariciones. Aunque te identifiques lo suficiente con el personaje antagonista del actor Eriq Ebouaney, como víctima del sistema, la historia hace un flaco favor al reparto, marioneta de una trama confusa y nada profunda.

A pesar de todo, el sello del director y su dominio del lenguaje traspasa cada plano: en el uso de la lente partida, los saltos de montaje en detalles que quiere resaltar (gratuitamente) o los planos picados. Otro elemento que utiliza es el rojo, en la sangre, por ejemplo, que tiene una presencia plástica en las escenas de violencia, con exceso de gore. Excesiva es también la representación poco seria del terrorismo islámico, después de todo lo que el espectador ha visto, dentro y fuera de la pantalla.

Tras intentar encontrar sentido a todos estos elementos que resultan en una película aburrida, paródica y que termina con un dominó de escenas ridículas y –literalmente– risibles, solo queda preguntarse el porqué de todo ello y convencerse de que es imposible que sea intencionado.

Firma: Begoña Arribas