El chico y la garza

Tras diez años desde su última película, El viento se levanta, el maestro de la animación japonesa regresa con una nueva obra que algunos han querido leer como una especie de despedida. El chico y la garza recupera la destreza de Hayao Miyazaki por explorar el género fantástico en una especie de fábula que, de fondo, deja entrever el dolor provocado por los estragos de la guerra. Esta aflicción no le es ajena a Mahito, un joven que aún sobrelleva el duelo por la muerte de su madre y que rápidamente se ha de ir adaptando a los nuevos cambios en su vida. Para él, ese viaje a un mundo de fantasía, tras seguir a una curiosa garza parlante, es un proceso sanador del que vuelve cambiado.

El argumento es sencillo y complejo al mismo tiempo, repleto de capas difíciles de desentrañar con un primer visionado e incluso desconcertante en algunos puntos, algo que no será del agrado de todos los espectadores. Sin embargo, esa ambigüedad es la que permite llegar a un amplio público y enriquece el conjunto. Los más jóvenes encontrarán en ella una entretenida aventura, de abrumante imaginación e imágenes coloridas fruto de una fabulosa animación digital 3D. Los adultos descubrirán en ella una profunda reflexión existencial en torno a temas como la vida, la muerte o incluso la fe. A través del ensueño, Miyazaki nos hace mirar a nuestra propia realidad de frente.

En su sublimación a dos géneros pormenorizados en ocasiones –el fantástico y la animación–, El chico y la garza es un testimonio más de la genialidad del director nipón, del reflejo de una mente superior para crear nuevos mundos y emocionar al espectador de la forma más inimaginable posible. El film es de una belleza conmovedora en su forma y en su fondo, de esas hermosas rarezas que estimulan nuestra mente y acarician nuestro corazón.

Firma: Yoel González