Esperando a Dalí

David Pujol escribe y dirige este largometraje en el que se fusionan los dos temas que han marcado su trayectoria anterior: la cocina y el inmortal pintor Salvador Dalí.

La propuesta es curiosa como poco, se disfruta con moderación y deja al final un buen sabor de boca. Sin embargo, sigo pensando, y la experiencia me da la razón, que no está al alcance de cualquiera asumir a la vez el papel de guionista y director, Woody Allen aparte y pocos más. Pujol tiene ideas bastante geniales y combina con valentía lo original, el punto de locura propio del surrealismo de Dalí y la contención política con algunos lugares comunes que no desentonarían con un poco más de agilidad en la narración.

Este cóctel, que es uno de los principales activos de la película, pierde fuelle en un relato al que le falta, en su desarrollo, toda la frescura de la que el contenido tiene de sobra. Hay suficientes faltas de ritmo como para hacer que en algunos momentos se pierda el interés y se caiga en cierto aburrimiento.

Pero al final, como digo, el proyecto cae de pie, gracias, sobre todo, a lo singular de la propuesta y a la sinceridad con la que todos parecen haber asumido el desafío. Resalto algunos momentos sublimes cinematográficamente hablando, como el de la boda, la defensa encendida que hace Jules de Dalí ante dos insultantes comensales, o la inclusión de personajes secundarios que dan peso al film, como el voluntarioso camarero Luis o Arturo, el chofer del pintor.

Por otro lado, independientemente de otros elementos, queda claro que la cinta de David Pujol es un canto a la ilusión, a trabajar por conseguirlo y a la necesidad de no perderla nunca a pesar de las dificultades.

Firma: Esther Rodríguez