Fahrenheit 11/9

Michael Moore vuelve para crear polémica e incendiar tanto a los que estén de acuerdo con su discurso como a los que no. De nuevo, su mirada se fija en un punto concreto: la realidad sociocultural que se vive en los Estados Unidos. Moore acoge los contrastes y saca a la luz conflictos que han sido oscurecidos.

Este discurso le ha funcionado muy bien desde sus inicios. Su opinión activista no solo le ha otorgado fama (y enemigos), sino la suficiente confianza para decir lo que sea como sea. Es cierto que le respaldan el Óscar a mejor documental que ganó con Bowling for Columbine y la Palma de Oro por Fahrenheit 9/11. Pero tanta osadía pueden llevarte a cometer pasos en falso. Ahora, el director invierte los números de su obra ganadora y presenta este Fahrenheit 11/9, el día en el que Trump llegó al poder. En su deseo de cargar tintas, utiliza una visión feroz y reduccionista (aunque muy cierta) y deja de lado la coherencia.

El film empieza con fuerza y firmeza. Sin embargo, a mitad pierde el norte en una serie de ataques y, por mucho que vuelva a la estructura, termina dejando cabos sueltos, saltando de tema y sin profundizar. Esto crea en el espectador una frustración que no ayuda a digerir el documental.

Tampoco ayuda la dialéctica radical que emplea para expresarse, con comparaciones muy atrevidas; lo que hace que su mensaje, pese a que sea impactante pueda provocar el efecto contrario. Cuando el espectador percibe que el orador trata de imponerle una mirada muy grave (en la que el cineasta, además, sale impune), se siente sin espacio para incoar su propia reflexión. Y, en vez de convencer, pierda fuerza.

No obstante, desgraciadamente, Moore retrata una sociedad de contrastes muy real, en la que “todos son malos”. Y aunque un poco de luz mientras plantea alguna posibilidad de cambio, es poco el alivio que uno siente.

Firma: Carla Sciamma