Falcon Lake

Enésima película sobre amores de verano, descubrimiento del sexo y crisis de la adolescencia. No es que repetir temas sea el problema, sino el hecho de no aportar nada nuevo, abusar del efectismo de lo sensual para tener algo que impresione al espectador y huir de cualquier reflexión o interiorización de los problemas, reales, que también asolan al adolescente medio de cualquier lugar.

Dicho esto, e intentando buscar algo, con dificultad, que justifique los cien minutos de metraje, constato que Falcon Lake es el debut de la actriz canadiense Charlotte Le Bon en la dirección de largometrajes. Se atreve también con la redacción del guion, ayudada por otro novel como es François Choquet. Entre los dos adaptan una novela gráfica de Bastien Vives creando un film tedioso y demasiado visto.

Es cierto que la ambientación lograda por la directora es de lo poco aprovechable de la propuesta. Acierta desmitificando el encanto de las cabañas en los lagos con una atmósfera opresiva y caótica que puede ser una buena metáfora del interior de un adolescente, con lo adulto bullendo por salir de un cuerpo y de una mente todavía con la infancia sin concluir. La nubosidad del clima, la vegetación salvaje que todo lo invade y el desorden agobiante y decadente de los interiores suponen un punto de originalidad y contrapunto a la nostalgia. Por añadir algo más a la raquítica lista de elementos positivos, el reconocimiento de que el final de la cinta, tanto en contenido como en continente mejoran bastante la calidad del mismo y auguran un posible futuro para la realizadora. Solo nos queda, de momento, desearle más suerte (o acierto) la próxima vez.

Firma: Esther Rodríguez