Golpe de suerte

Golpe de suerte supone el regreso de Woody Allen después de tres años. Puede que ese descanso le haya ido bien, pues la cinta rezuma una frescura ausente en sus más recientes obras y regresa a esos enredos románticos con un toque de suspense muy similar al mostrado en Match Point.

La cámara resigue con mayor atino ese vaivén relacional en el que Fanny se ve envuelta cuando Alain, un antiguo compañero de instituto, reaparece en su vida. Los diálogos fluyen con más naturalidad y suponen una de sus virtudes.

El director y guionista estadounidense utiliza el film para, nuevamente, abordar la ironía que impregna nuestra existencia muchas veces. Uno de sus personajes incluso se atreve a afirmar que la vida es “una gran farsa siniestra”. Y algo de siniestro sí que hay cuando en la exploración de las coincidencias, el azar y la suerte chocan con los respectivos puntos de vista de los personajes: unos se dejan llevar por ellos, otros no creen en su existencia casual y solo en su provocación. Eso origina un mar de celos que desemboca en una irremediable reflexión en torno al concepto de posesión dentro de la pareja y las dinámicas tóxicas que pueden nacer de ello.

En todo este embrollo, los cuatro rostros que lideran el reparto sostienen con soltura la extravagancia, la intensidad y la comicidad de la película, si bien son Melvil Poupaud y Valérie Lemercier los que consiguen robar cada escena en la que aparecen con sus intervenciones y las esperpénticas derivas que toman sus tramas.

Firma: Yoel González