Harold y el lápiz mágico

En los 50, el dibujante estadounidense Crockett Johnson inició una serie de libros ilustrados para el público infantil que pronto ganó lectores afines. En ellos, seguía las aventuras de un joven niño: Harold. Ahora, muchos años después, su primera entrega homónima llega a la gran pantalla con Harold y el lápiz mágico.

La historia, haciendo honor a su material original, incluye momentos de animación en un metraje mayormente de carne y hueso en el que, pese a la extravagancia de ciertos momentos y su previsibilidad, mantiene un ritmo ágil para entretener a la audiencia objetiva: los más pequeños. Así pues, a nivel argumental, la película no va mucho más allá y avanza en la cuerda floja entre transmitir sus buenas intenciones con un conflicto sencillo de entender entre el bien y el mal y caer en lo superficial; entre una colección de bonitos mensajes y un tono demasiado edulcorado; y entre unos personajes variopintos y ejemplares, pero ridículos en otros tantos casos.

Sin embargo, en su conjunto, Carlos Saldanha presenta una propuesta idónea para ver en familia que, al mismo tiempo, cierra con unas escenas pinceladas a modo de homenaje al autor. Aunque no es nada memorable, asegurará un rato agradable en el que, además, atesorar valores universales que siempre va bien recordar a los infantes: la fortaleza de la familia, la defensa de las amistades y el poder de la imaginación.

Firma: Yoel González