La caída del imperio americano

Denys Arcand, que había conseguido una legión de seguidores con su Invasiones Bárbaras, un drama personal que escondía un gran pesimismo social, regresa a la comedia desde un punto de vista muy diferente. En La Caída del Imperio Americano reflexiona sobre el uso y abuso del dinero, en una divertidísima y vitalista cinta llena de optimismo.

La película comienza con un diálogo brillante que nos introduce al protagonista. Pierre-Paul, doctor en filosofía, trata de convencer a su novia de que cuánto más inteligente es una persona más difícil lo va a tener para ganar dinero en nuestro sistema. Él -le explica- se encuentra entre ese grupo de personas inteligentes a las que la vida les trata mal sin merecérselo. La novia se levanta y le dice una frase que marcará el sentido de la cinta: para ser feliz en la vida no hace falta ser inteligente sino tener corazón. A partir de ahí, la suerte cambia para Pierre-Paul. Tras presenciar un atraco, dos bolsas llenas de dinero acaban en su furgoneta. El resto es una carrera contra el reloj y la polícía para quedarse con el dinero.

La mayor virtud de Arcand en La caída del Imperio Americano es la de conseguir aunar muchos géneros y que el experimento le salga tan bien: la película de atracos, la comedia romántica y el melodrama social, con todos sus arquetipos: el buen ladrón, la prostituta con corazón de oro y los policías inútiles. Buena parte de este éxito se lo debe a la magnífica interpretación de Alexandre Landry que ya había demostrado su buen hacer en Gabrielle (2013) un drama canadiense sobre un coro de personas con discapacidad. El otro gran acierto es el tono positivo con el que el director franco-canadiense nos sorprende, tras su pesimismo anterior. Aquí dibuja a los personajes con un fondo optimista y alegre que consigue empapar toda la película. Por eso mismo, extraña la inserción de una escena sexual que desentona con el resto de la cinta.

En resumen, una película más que notable, llena de diálogos brillantes y divertidos que reflexiona sobre el uso y el abuso del dinero y que lanza un mensaje positivo, ingenuo por momentos, sobre dónde se esconde la verdadera felicidad.

Firma: Llorenç Ramis