La camarista

Lila Avilés, actriz mexicana, debuta como directora de cine con esta producción que pretende hacer visibles a las personas que trabajan a nuestro alrededor sin que se valore o agradezca su servicio.

Es decir, quiere dar a conocer detalles de la vida de aquellos gremios que no suelen ser protagonistas de películas, novelas o titulares periodísticos. Utiliza, para ello, el entorno de un gran hotel, donde las diferencias sociales entre ricos y pobres, entre servidores y servidos se muestran de manera más radical.

La pretensión de Avilés es loable, pero el resultado dista mucho de ser satisfactorio. En su conjunto, La camarista parece demasiado un capítulo de uno de esos realities televisivos que acompañan a algún gremio profesional, cámara en mano, para conocer desde dentro los entresijos de alguna empresa, fábrica o negocio. Seguir a Eve en la limpieza de las habitaciones, en sus descansos, en las clases a las que se apunta o en las llamadas a su hijo, logra que empaticemos con ella y nos hagamos a la idea de cómo funciona el servicio de limpieza del hotel en el que trabaja, que no será muy diferente de cualquier otro en cualquier otra parte del mundo.

Sin embargo, es muy poco lo que guion ha ahondado en el personaje, por lo que deja muchas lagunas en la descripción de su carácter. Su falta de definición deja a la protagonista como un estereotipo, en una simplificación reduccionista de un grupo social, algo que hace un muy flaco favor a la reivindicación que se supone pretendía la directora. Eve reacciona a veces de un modo desconcertante e incomprensible, que sería quizá natural u original, si Lila Avilés y Juan Carlos Márquez, coguionista, hubieran desarrollado más su papel dándole más profundidad y coherencia.

Revestir el relato de encuadres cerrados, cámaras en la nuca o puntos de vista muy bajos puede contribuir a crear la atmósfera de opresión que rodea el trabajo de las camaristas. No obstante, esa superficialidad disimulada lo deja en un ejercicio efectista artificioso y, paradójicamente, elitista y poco sincero.

Firma: Esther Rodríguez