La invitación

La invitación es una de tantas películas de miedo que regularmente se estrenan porque siempre hay público dispuesto a sufrir escalofríos, sustos, baños de sangre y terrores varios. Es una especie de fondo de armario que las salas se reservan para momentos como los actuales, cuando los grandes estrenos se están haciendo esperar.

El film que nos ocupa no es, ni el más terrorífico ni el más original; sin embargo, cumple su papel ofreciendo un relato con más misterio del que puede parecer y una ambientación que mezcla con eficacia la vida contemporánea de una joven neoyorkina con la opulencia victoriana que tanto juego da si hablamos de oscuros y recargados salones, intrincados pasadizos, bodegas mortales y camas con dosel.

Tras una primera escena que confirma el género al que asistimos, la trama se desarrolla paulatinamente enganchando al espectador y apoyándose especialmente en una dirección artística correcta y un juego inteligente con la iluminación.

El aficionado estrella al terror pronto echará de menos más secuencias de ese tipo pues salvo las manos en el dosel (que además recuerdan demasiado a The Haunting) no hay muchas más en las que angustiarse como esperan los más fanáticos. No obstante, es de agradecer que la historia no deje cabos sueltos y esté aderezada con suficientes litros de sangre.

Firma: Esther Rodríguez