La mujer de la montaña

En ocasiones, y esta es una de ellas, el cine nos sorprende con una nueva propuesta que se aparta de cualquier campo trillado anterior.

Sin lugar a dudas, La mujer de la montaña no es un film “comestible” al uso, sino una sugerente denuncia a la actualidad latente y a muchas de sus flagrantes sinrazones que suelen, por costumbre, parecernos lógicas y normales a nuestro entorno.

Sumidos, como solemos, en un mundo de contradicciones avaladas por inútiles sortilegios y falsos profetas de la modernidad, se agradece la llegada de un título sugerente (más que realista y provocador, más que conformista) en el que el mensaje, aunque subliminado, aparece como cine-denuncia de muchas de las actitudes que rodean nuestra existencia habitual.

Está claro que su esquema no encaja con lo que habitualmente la gran pantalla suele ofrecernos. Sin embargo, en este caso, la fábula huele un poco a escuela Fellini, sin pretenderlo. Dice el director que “esta película no es un cuento de héroes”. Pero hay que reconocer que no está muy lejos de serlo. La lucha de Halla, la protagonista (encarnada por la actriz Halldóra Geirharðsdóttir) contra todos los procesos del camino protocolario e incansable frente a lo establecido por una generación convencional, es una búsqueda ambiciosa de un firmamento azul, en el que el quehacer acomodaticio y el futuro nublado tengan escasas opciones de vida.

Prometedor, sin duda, aunque solo sea en cine.

Firma: Joaquín Guitart