La sociedad literaria y el pastel de piel de patata

Con el impulso de Mike Newell, un director habitual de good feel movies, llega esta adaptación de la famosa novela de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows. Son tres los dramaturgos que mantienen el marcado acento británico y facilitan al espectador el encariñarse con los personajes.

Precisamente, el guión arrastra el recuerdo de lo que es una novela epistolar exitosa entre lectores muy diversos. Como siempre, la decisión de usar las tijeras y los moldeos en uno u otro personaje, en uno u otro tramo y en uno u otro sentido podrán ser motivo de protesta. Pero está claro que el pastel cinematográfico cocina las patatas como quiere y buscando el encaje con su contexto, tiempo y lenguaje.

Sin duda, el resultado visual, desde el punto de vista de la escenografía, el vestuario, el casting y el ritmo va en la línea mencionada de Newell y coincide con la novela hasta cierto punto.

Por un lado, no hay muchos conflictos que distorsionen una buena vibración general. Los malos siguen siendo los de siempre y además tienen un rol marginal desde el punto de vista del protagonismo dramático. Nos importan más, y por eso se trabajan más, esos miembros de la sociedad isleña y sus nuevos visitantes. La trama busca que disfrutemos con sus excentricidades, su generosidad teñida de ruralismo bondadoso y su intelectualidad ingenua y seductora para el urbanita de todos los tiempos.

No hay nada que renegar de esa intención tanto visual como narrativa. Todo eso late en la novela. No obstante, algunos recortes y mezclas desdibujan algunos aciertos del libro de Burrows y Shaffer. Sin spoilers, pero la Juliet cinematográfica es menos intrépida y menos aguda que la literaria: las mutaciones que hace el libreto sobre sus decisiones hacen que pierda punch no solo ella sino también los triángulos relacionales.

Amable, nostálgica y trazadora de paraísos cómodos donde dejar al espectador.

Firma: Lourdes Domingo