Little monsters

Si se busca en el cine algo original o, al menos, fuera de lo habitual aunque no tenga ni pies ni cabeza (salvo los que salen volando una vez descuartizados y fagocitados por los zombis), Little monsters es una buena opción. Pero este film no ofrece mucho más.

Abe Forsythe, en su intención de sorprender, se apoya en la mezcla de géneros: de la comedia gamberra, soez y desmedida, al drama lacrimógeno y sensiblero pasando por la horda de zombis desmadrados que exhiben sus platos de vísceras con una desagradable ostentación.

Sin embargo, el coctel de por sí, no garantiza el interés si no se hace con un hilo conductor coherente que aúne la trama y la aleje de un mero catálogo de despropósitos absurdos. La desorientación del guion hace que acabe dando vueltas sobre sí misma y, por ello, encontramos elementos previsibles, como el personaje de Josh Gad, del que adivinamos sus intenciones y movimientos desde el primer momento en el que aparece.

Por otro lado, abusar de la sal gruesa, rozando hasta la legalidad por la cercanía de los menores, puede ser necesario cuando intentamos un producto subversivo, rompedor o iconoclasta. No obstante, saltarse las reglas de la coherencia y del mal gusto, para acabar tocando el ukelele y echando la lagrimita porque hemos encontrado la familia perdida y el amor verdadero, no hay por donde cogerlo.

A lo largo de los 94 minutos, aparece algún destello de gracia pensada con cabeza, como la conga improvisada o el pequeño Darth Vader. Si lo unimos al hecho de que la protagonista sea, ¡por fin!, una maestra dedicada en cuerpo y alma a su profesión y capaz de dar la vida por sus alumnos, nos queda una película que sigue sin merecer la pena.

Firma: Esther Rodríguez