Los muertos no mueren

Jim Jarmusch es un cineasta amante de la música, del cine como arte y de mirar a los humanos con un toque de melancolía. Esto último baña sus películas, desde los documentales sobre bandas y cantantes, hasta su cine negro y más indie.

Sin embargo, ese poso nostálgico no le impide mirar el curso de la historia contemporánea. Y esto se nota en este film, donde pone el ojo en lo que está de moda entre los adolescentes y jóvenes: los muertos vivientes. Jarmusch aprovecha para sacar partido –entre algunos homenajes a Romero y demás portavoces iconográficos– a la simbología sociológica del finado que regresa. No obstante, todo esto lo hace a cámara lenta, sin prisa, y sacando jugo a unos dilatados silencios y pausas dramáticas y a unas réplicas depositadas a cámara lenta.

El resultado es difícil porque cuesta no valorar el fino humor que destilan sus protagonistas (un elenco formado por los protagonistas de casi toda su filmografía), pero no se trata de una apuesta por el gran público ni por el ritmo frenético. Pequeña como Centerville, aunque con sus pequeños tesoros para tener en cuenta.

Firma: Lourdes Domingo