Marco Polo

Un libro, Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, y un joven solitario escondido tras sus páginas sobre una colchoneta en la piscina es el cuadro que nos presenta, desde la primera escena, el conflicto central del protagonista de la ópera prima de Pablo Riesgo. En ella, Marco se ve apremiado a iniciar un viaje interior en paralelo a la pérdida –y a la culpa– que se desprenden de la repentina muerte de su hermano.

Omar Banana se desenvuelve en la irascibilidad del papel principal y defiende con soltura su difícil carácter a lo largo de su transformación. A su lado, el resto del reparto lo acompaña con actuaciones secundarias desiguales, algunas forzadas y poco creíbles. Esto afecta a unos diálogos que, si por sí mismos son ocasionalmente artificiosos, terminan cayendo en una falta de naturalidad recurrente.

Paralelamente, los tropiezos de guion se ven subrayados, sobre todo, por precipitados arcos evolutivos de personajes y una constante prolongación innecesaria de secuencias que se completan con momentos vacíos. Estos desaciertos acaban pasando factura a una corrección rudimentaria de este primer largometraje –con alguna idea interesante sobre la que no se acaba de profundizar– que intenta ser un drama adolescente más sin conseguir distinguirse.

El film presenta un proyecto bienintencionado con valiosas reflexiones sobre la pérdida, el duelo, la unidad familiar o la reconciliación con uno mismo y las dificultades que se presentan en la vida. Aun así, esas imperfecciones mencionadas también acaban afectando a su conjunto y no le permiten lucirse.

Firma: Yoel González