Miamor perdido

Emilio Martínez-Lázaro (Ocho apellidos vascos, Ocho apellidos catalanes, El otro lado de la cama) se encarga de poner luces y acción a una historia que deja al descubierto, una vez más, la crisis de la comedia romántica.

Su estancamiento, y el de este film, no es problema solo de sus guionistas ni solo de los guionistas autóctonos. Este género está en el atolladero desde hace años en casi todo el mundo audiovisual occidental.

El deseo de subvertir sus cánones y esquemas clásicos dio como fruto, en los 80 y 90, algunos títulos más o menos interesantes. Pero de ahí no hemos salido y solo hemos hecho que entrar en un charco donde los actores se convierten en malas imitaciones de payasos, con ínfulas de slapstick, y el romanticismo en sexualidad sin trama.

En Miamor perdido todo esto merodea con mucho protagonismo, de manera que la narración, su plausibilidad y su verosimilitud se escapan de lo fílmico para entrar casi en el que sketch televisivo, que es donde más se ha movido uno de sus guionistas y, desde luego, el actor protagonista.

Todo esto afecta a la comicidad supuesta (aunque invisible) de una historia que trasluce el anhelo de lo romántico, mientras se han perdido las pistas que llevan a ese camino.

Firma: Lourdes Domingo