Ooh La La!

Los orígenes de la familia de Alice, los Bouvier-Sauvage, se remontan a Carlomagno. El precioso castillo rodeado de viñedos en el que viven habla por sí solo de su condición social y los rostros de sus elegantes antepasados adornan las paredes del chatteu. François, en cambio, viene de una familia mucho más modesta: su padre trabaja en un concesionario –el más grande de Peugeot de la zona– y su madre es ama de casa.

El enlace entre Alice y François provoca grandes conmociones –diferentes en cada familia, ya que tiene implicaciones distintas para la posición social de cada una–. No obstante, estas no son nada comparadas con la sorpresa que les espera.

En Dios mío, ¿pero que te hemos hecho? nos reíamos con las tradiciones religiosas y culturales. Con Ooh La La! lo hacemos explotando los tópicos geográficos. Esta vez, entramos en un combate en el que jugarán un papel muy importante el orgullo, el sentimiento de pertenencia a un lugar y el amor a la historia familiar.

Algo sorprendente del film es que contamos con muy pocos personajes y escasas localizaciones y, aun así, consigue atrapar la atención del espectador y mantenerla hasta que termina.

Con todo esto, aunque no estaremos la hora y media riendo a carcajadas –algo que a veces buscamos en las comedias francesas–, sin duda alguna, es una apuesta segura para desconectar y pasar muy buen rato.

Firma: Júlia Nafría