Para toda la muerte

Es una buena noticia para el cine español comprobar cómo, en los últimos tiempos, se producen comedias que han superado los estereotipos de humor sexual y grosero que habían acompañado al género desde la transición. Títulos como Padre, no hay más que uno, El mejor verano de mi vida, Lo dejo cuando quiera y sobre todo, Campeones, son ejemplos de cómo la comedia española es capaz de llenar salas con un humor sano y para todos los públicos. Para toda la muerte trata de hacer un humor inteligente en la misma línea.

José Vicente (Alberto López) se ha pasado los últimos años de su vida opositando para alcanzar su meta: convertirse en funcionario. Mientras lo intenta, vive mantenido por su familia y la de su novia. Cuando llegan los resultados, todos estallan de alegría, ¡ha conseguido la plaza! Pero la ilusión dura poco: ha habido un error administrativo y, en realidad, es el primero de los suplentes. José Vicente decide no comunicárselo a su familia y piensa en hacer lo que sea necesario para lograr “un trabajo para toda la vida”. Pero ¿será realmente capaz de acabar con la vida de un hombre, alguien que se ha pasado los últimos años con un papel y un boli?

El planteamiento de inicio es interesante y prometedor, aunque enseguida nos damos cuenta de que las situaciones están sobreactuadas y los diálogos son pobres y previsibles. Poco a poco, la esperanzadora propuesta va perdiendo fuerza. A mitad de cinta, nos damos cuenta de que la película sin ideas y los chistes sobre la manera de matar al funcionario se repiten. De esta manera, la trama naufraga hacia un segundo y tercer acto falto de imaginación y ritmo.

En resumen, Para toda la muerte es una buena idea para una comedia, que, sin embargo, debido a una pobre interpretación y la falta de desarrollo del guión se queda en una mala apuesta que puede despertar alguna sonrisa y poco más.

Firma: Llorenç Ramis