Pequeños grandes amigos

Andréa Bescond y Eric Métayer forman un curioso matrimonio francés. Los dos son actores, guionistas y directores de cine y firman ambos esta interesante película que ahora se estrena.

Con una factura realista pero alejada del documental, propone un tema actualmente peliagudo: la intergeneracionalidad y el cuidado de los grupos sociales más débiles y, potencial y realmente, abandonados. Los niños y los ancianos son, en nuestra desarrollada y deshumanizada sociedad, olvidados en muchas ocasiones, ocultados por los aparentemente insalvables dificultades de la generación intermedia. Cuestiones económicas, laborales, emocionales o sentimentales, de salud etc… hacen que, incluso en los ámbitos concretos de las residencias de la tercera edad o de las escuelas, los encargados de cuidarles se vean desbordados por las circunstancias y lo paguen precisamente los que deberían ser destinatarios de sus atenciones.

El acierto de Bescond y Métayer es mirar este drama desde un punto de vista positivo, aportando una posible solución: juntar a los niños y a los mayores y dejar que la experiencia de unos y la vitalidad y la inocencia de los otros se fundan en un enriquecimiento mutuo. En el caso que Pequeños grandes amigos, además, sus realizadores salvan también a los trabajadores de la residencia dejando claro que tienen, al menos, la buena intención de los cuidadores y sus desvelos a pesar de los horarios extenuantes o los contratiempos personales.

El film da que pensar, aunque el tono, una vez planteado un argumento de tanto calado, resulte algo frívolo en su conjunto. No analiza a fondo los problemas y frivoliza con algunos asuntos que podrían tener importancia en el caso que nos ocupa, como es el abandono de los hijos por el trabajo o el consumo de drogas.

En definitiva, Pequeños grandes amigos es una película de factura irregular pero muy interesante en la materia que presenta.

Firma: Esther Rodríguez