Pinocho

La famosa historia de la marioneta de madera vuelve a la gran pantalla, pero esta vez más fiel a sus orígenes. Matteo Garrone se aleja de la versión infantil que popularizó Disney en 1940 y es más literal respecto a la novela de Carlo Collodi. Y probablemente ahí se encuentra su mayor fallo.

De la misma manera que el cuento no fue ideado inicialmente para niños, Garrone intenta dirigir un híbrido tanto para adultos como para los más pequeños. Sin embargo, no acaba de funcionar para unos ni para otros. Los primeros llegarán a aburrirse debido a la falta de ritmo y sorpresas, así como también por la larga duración, que hace que la cinta se vuelva muy lenta. Por otro lado, el público infantil quedará desconcertado y perplejo ante ciertos personajes y escenas, que no están dirigidas hacia ellos.

Es innegable que una de sus mayores virtudes es el espectacular diseño de producción y el gran cuidado estético de los personajes ­–aunque a algunos les lleve a recordar ligeramente a Cats–. No obstante, llegan a ser estrambóticos y poco agradables para la audiencia más joven y junto con algunos clips –como el ahorcamiento de Pinocho, la aparición del ataúd para el pequeño o la transformación en burro– enturbian el film.

A pesar de su encuadre en la fantasía, es admirable el retrato realista que hace de la sociedad rural del momento. La combinación de ambos mundos está muy conseguida y, además, el universo fantástico permite apariciones de la nada y giros inexplicables que no requieren más aclaración.

Cabe destacar también la interpretación de Roberto Benigni, en un rol semejante al que desempeñó en La vida es bella. Su papel de padre dispuesto a darlo todo por su hijo, una vez más, es lo que aporta los toques de humor al largometraje.

En definitiva, esta adaptación está dirigida a todos aquellos que busquen fidelidad rigurosa al relato. Con detalles cómicos y una buena técnica, la película mantiene su intención aleccionadora y transmite eficazmente la importancia de obedecer, decir la verdad o ser responsable, entre otros.

Firma: Patricia Amat