Predator

Para quienes no la conozcan, la franquicia Predator se basa en unas criaturas extraterrestres que matan otras formas de vida para mejorar su especie. De esta idea han salido numerosos cómics, videojuegos y spin-off.

La primera película la protagonizaba Arnold Schwarzenegger en 1987 y continuó con dos secuelas: Predator 2 (protagonizada por Danny Glover en 1990) y la más nueva Predators (protagonizada por Adrien Brody en 2010).

Sin embargo, la historia no se queda aquí, ya que Fox decidió también producir en 2004 Alien vs Predator como heredera de la serie Alien y de la de Predator. Y en 2017 aterrizó su segunda parte (Alien vs Predator: Riquiem).

Tal y como vemos, la trayectoria no es corta. En este reboot Shane Black (que ya estaba presente como actor en la primera aparición de la saga) se encarga de coger lo que la ha hecho famosa y actualizarlo. En Iron Man 3, Black ya mostró su habilidad con la acción y esta vez se alía con Fred Dekker, con también tiene recorrido en este campo.

El resultado es interesante ya que quieren desarrollar el personaje creado por los hermanos Jim y Jhon Thomas, cogiendo lo que triunfó en los anteriores largometrajes y modernizándolo. Por eso, Predator sabe lo que quiere ser, aunque parezca que volvamos estar frente un collage y que no terminan de desarrollar algo novedoso.

El film funciona por sí solo y no hace falta haber visto nada previo, pero cojea debido a su tono vulgar y violencia. Y, aunque no es explícito, las bromas obscenas hacen que se desvirtúe la película para el público más joven. Eso sí, marca un punto de salida a una segunda fase de la saga más contemporánea. Y si eso pasa, le pediremos a Black y a su equipo que el producto sea ás inteligente y menos vacuo y disperso.

Firma: Carla Sciamma