Quién te cantará

Carlos Vermut creó muchas expectativas con esta película ya que le precede la galardonada Magical Girl. La “buena” noticia es que Vermut sigue fiel a dos de sus expresiones más características. Primera: la riqueza del detalle visual y narrativo que continúa impregnando la experiencia visual. Segunda: hace danzar la historia por el lado más oscuro del ser humano.

El director construye un soporte muy lírico para servir un relato frío y de difícil digestión. Y lo hace ayudado de planos detalle a los que parece dejar correr en el tiempo; cámaras fijas en las que la acción se desenvuelve a sus anchas; y muchas otras decisiones visuales y auditivas, como por ejemplo ver el clímax a golpe de música máquina. La gracia es que todo ello aporta riqueza al contenido y ayuda a leer más allá de las secuencias. Sin embargo, ¿cuál es el contenido?

Dejando aparte el hecho de que es una trama bastante confusa, Vermut quiere hablarnos sobre identidad, amor propio, fidelidad y ambigüedad (que incluso se plasma en el cartel con un rostro que es mezcla de las dos protagonistas). No obstante, todo lo hace desde la cara desesperanzada para que el espectador en su reflexión le dé la vuelta (o no).

Este giro de virtudes es posible debido a que el guión lleva a sus protagonistas al límite para ejecutar lo necesario con tal de convertirse en aquello en lo que sueñan. Pero Vermut ni lo justifica ni lo perdona, tan solo lo sirve en ese plato frío sin ton ni son. Y de este modo, el público se ve fuera de lugar, confrontado consigo mismo y con la película mientras piensa en esa ambigüedad a la que se ha visto arrastrado.

Firma: Carla Sciamma