Suspiria

Al hablar de Suspiria es preceptivo empezar comentando que es un remake de una película anterior, dirigida en 1977 por Darío Argento y convertida con los años en un film de culto. Film que, dicho también en primer lugar, yo no he visto y, por lo tanto, no puedo comparar con la actual versión del sobredimensionado Luca Guadagnino.

Al enfrentarme por ello, sin expectativas de ningún tipo, ni prejuicios positivos o negativos, a esta nueva Suspiria la experiencia se reveló inevitablemente cautivadora a la par que mediocre, confusa, banalmente retorcida y, sobre todo, exasperantemente excesiva en fondo, forma, sonido y, más que nada, duración.

El trabajo de ambientación, la fotografía y, en general, la dirección artística son más que correctas y acompañan con fuerza al drama e intriga que podrían subyacer en la narración si el guion se hubiese dignado a tomarse en serio su propia historia. El brillante montaje y su intención de dar a la película un tono perturbador hasta lo insano no aguanta mucho tiempo al no apoyarse en un guion con algo de criterio, ni mucho menos se resisten las dos horas y media con las que Guadagnino nos bombardea dinamitando el buen hacer de sus colaboradores

Por otro lado, Dakota Johnson sigue sin ofrecer nada más que su físico al servicio de un basto erotismo que le hace incapaz de dar réplica a Tilda Swinton y, aún menos, de liderar el film en su papel protagonista.

Y, como no puede ser de otra manera, la que sí sale indemne, e incluso reforzada, del desastre, es la mencionada Tilda Swinton. Ofrece un recital interpretativo encarnando tres papeles distintos, que no aportan mucho al relato, al estar escritos con nula definición, pero que dan a Suspiria algo de peso y consuelan al espectador ante el drama del tiempo perdido.

Firma: Esther Rodríguez