Un segundo

El veterano Zhang Yimou regresa a los 71 años con uno de sus largometrajes más contemplativos y directamente influenciados por su complicada adolescencia.

La fotografía es algo en lo que Yimou suele destacar y, en esta nueva colaboración con Zhao Xiaoding, la iluminación y la composición escénica con sus texturas, formas, perspectivas y colores siguen siendo un plato fuerte: deslumbran, impactan y sobrecogen, mientras permiten contrastes fuertes que refuerzan el amplio mensaje humano y cultural del film.

Sin embargo, en Un segundo son los personajes los que atrapan más la atención del público. Cada uno de ellos tiene un objetivo simple, a la vez que habitan un mundo que les queda grande y es demasiado complejo para ellos.

Es tentador referenciar títulos como Cinema paradiso al tratar temáticas tan similares, como el amor por el cine y su poder redendor, reconciliador y sanador. Además, en este caso, el modo en el que se muestra —con tanto detalle— el proceso de limpieza de un carrete y los trucajes en la proyección devienen en un despertador de la nostalgia analógica del espectador.

En la misma línea melancólica y de homenaje, funcionan esas caracterizaciones de los protagonistas tan inspiradas en el neorrealismo de Vittorio De Sica y ese estilo de guion con cine dentro del cine y diversos juegos especulares.

Por eso, y por todo lo anterior, Un segundo es una producción para disfrutar en la gran pantalla: una carta de amor al celuloide y una oda a las películas que celebran el séptimo arte, sin dejar de ser también un canto a los vínculos familiares y a la dignidad, a pesar de los ataques y conflictos que reciban.

Firma: Laura Castro