El festín de Babette

Ésta es una de las ocasiones en las que el crítico se reconcilia con absoluta fidelidad con su profesión. La decisión de reponer esta Babette llena de aire fresco las pantallas cinematográficas de nuestro país, con un mensaje generoso y cautivador, a la vez que sencillo y didáctico, tanto en su forma como en su ilustrativo fondo.

El director y guionista danés Gabriel Axel (1918) alcanzó con este título el Oscar a la mejor película extranjera en el año 1988. Desde su primera experiencia con Altid Ballade en 1955, más de 20 títulos han configurado su carrera profesional en sus diversas vertientes de director o guionista. La verdadera historia de Hamlet, príncipe de Dinamarca (1994) y Lumière y compañía (1995), destacan entre todas, además de, por supuesto, el título que hoy nos ocupa, por el que, aparte del galardón obtenido, fue también nominada para los Globos de Oro de aquel año.

En El festín de Babette confluyen dos mundos diferentes, en su cultura, sus arraigadas costumbres y en su configuración coral de la vida. Uno de ellos, ceñido a virtudes ancestrales, limitadas a rígidas orientaciones paternas y a un linaje puritano-protestante; el otro, un soplo de renovadora ilusión, de tradición también cristiana (pero más franco-católica), con una aportación singular de amor y mejores posibilidades de fraternal convivencia vinculadas sanamente a lo material.

No hay duda que en este caso la reflexión y el posterior replanteamiento entre ambos mundos llega a través del festín. Bienvenido sea. Y nuestra enhorabuena por tener el placer de revivir ante nuestros ojos una cinta maravillosa, en la que cada imagen es una obra de arte y cada mensaje un nuevo horizonte de amor y reconciliación.

Firma: Joaquín Guitart