El justiciero

Ahora que América está sumergida en un ferviente polémica sobre el uso y pertenencia de armas de fuego, El justiciero emerge en un momento crítico aunque quizás acertado para poder emprender un buen debate.

Aun y así, su excesiva violencia y sed de venganza rigen el pulso del metraje de principio a fin y ponen la moral entre la espada y la pared. Pese a empezar con algo de ternura, al resto de la película le falta tridimensionalidad y parece que Eli Roth tenga como único interés matar sin ni siquiera valorar si lo merecen o no.

Bruce Willis (La jungla de cristal, Pulp fiction) sigue en su línea en la que ni conmueve ni defrauda, a pesar de que vistiendo bata de cirujano aporta un toque de humanidad a la fría historia.

No es la propuesta más coherente de la historia del cine, pero tampoco es lo que se puede pedir a un remake de El justiciero de la ciudad (1974) que, además, de despide sugiriendo una segunda entrega.

Firma: Carla Sciamma