La hija de mi mejor amigo

Un nuevo intento más de filmar una comedia aprovechando enamoramientos de tintes escandalosos. Es un nuevo intento pero no ofrece nada nuevo. Ian Helfer y Jay Reiss, en su primer guión de largometraje, trazan un previsible recorrido de los vaivenes emocionales de todos sus personajes.

La película, rodada con oficio, no consigue atinar en el tono con el que plantea el argumento, de manera que se queda en una convencional propuesta; una de esas que moralizan con que hay que caer en el lodo o salir de la rutina con canitas al aire para encontrar el camino que uno necesita en la vida. La verdad es que todo suena bastante impostado, no se profundiza de verdad en las heridas que estas situaciones pueden causar en los demás, y se trivializa la idea de que, por encima de todo, está la propia felicidad (del tipo que sea) sin conectarla con la de los demás seres queridos.

El reparto coral sale más airoso en sus secundarios –una siempre divertida y real Allison Janney, bien secundada por Oliver Patt o la desaprovechada narradora Alia Shawkat- que en su pareja protagonista. Hugh Laurie está totalmente fuera de lugar, como si no se creyera el papel, y Leighton Meester, de momento es Leighton Meester, poco más que una cara bonita acostumbrada a poner morritos en Gossip girl.

Firma: Lourdes Domingo