Regreso a Ítaca

El director francés Laurent Cantet quedó fascinado con Cuba cuando colaboró en la película coral 7 días en La Habana. Decidió entonces trabajar sobre otro texto de Leonardo Padura, rodando un film enteramente en español con actores cubanos y en la propia Cuba.

La película tiene valor de homenaje. Un repaso y un recuerdo a toda una generación que nació a la vez que la revolución castrista y que creció creyendo y confiando en estar construyendo un mundo nuevo, más justo, más igualitario y alejado de las complicadas estructuras sociales y políticas del capitalismo. Pero, cuando llevar el pelo largo o escuchar a los Beatles o a los Rolling se convierte en alta traición, los sueños y los sacrificios se van empañando hasta sofocar la juventud y sumir la existencia en una rutina sin sentido con la que hay que pactar o escapar.

Todo ello va saliendo a lo largo del film gracias a las conversaciones inagotables de los protagonistas, entre ron, whisky, música y escalofriantes vistas de una Habana decadente y empobrecida, a la que es difícil aún así robarle su belleza innata.

La sinceridad de lo que cuentan y de cómo lo cuentan, con un tono que lamenta más la ingenuidad que tuvieron que sus propias miserias, es lo que da valor a este film, ya que en su realización no acaban de rematar una buena faena.

El planteamiento teatral rebaja su calidad fílmica, lastrando la frescura de los diálogos que a menudo parecen impostados. Esto provoca una sensación artificial, que dificulta que el espectador entre en el grupo y se haga uno más entre sus recuerdos. Las interpretaciones son desiguales y no les ayuda un guión que pasa de manera súbita de la broma a la bronca, dejando aparte quizá a Isabel Santos que ofrece desde el principio una actuación sólida y constante.

Tampoco el tono es claro desde el principio. Tras un festivo comienzo, en el que vemos bailar animadamente al grupo de amigos, comienzan bruscamente los reproches y los agrios y crueles insultos de manera que el público no sabe muy bien a qué atenerse ante el drama que se desarrolla en la pantalla. Solo cuando la película avanza y va configurándose ese triste y decepcionante pasado general que une a todos ellos, el film encara el rumbo y se gana la simpatía del espectador.

Firma: Esther Rodríguez