Una pistola en cada mano

El director catalán Cesc Gay vuelve a la carga con una película sobre las relaciones de pareja, omnipresente en su filmografía, pero en tono de comedia y desde la perspectiva masculina. Concebida por episodios, la historia se sustenta en unos buenos diálogos –que apuntan a las causas de los problemas pero finalmente se funden con la trivialidad- y un buen trabajo de los actores, muchos de ellos asiduos en las películas del director (Javier Cámara, Leonor Walting o Eduard Fernández). Para potenciar y dotar de frescura este acertado binomio (diálgo/intérprete), Gay dio a los actores su parte del texto pero no la réplica.

Los temas de Una pistola en cada mano no distan tanto de sus otros títulos: la infidelidad, la crisis de pareja, la falta de comunicación, la monotonía, la fragilidad de las relaciones afectivas o la necesidad de ser amados y amar. A pesar de que los personajes anhelan una relación estable, buscan un motivo a sus fracasos e intentan restaurar los errores, llegan siempre demasiado tarde. No es más que un reflejo de la sociedad actual, donde casi todo es caduco y nada permanece.

Gay narra una comedia coral con humor e ingenio, pero si se piensa fríamente cuenta cosas dramáticas y cotidianas igual que en En la ciudad. Sus protagonistas son personas a la deriva, dolientes por la volatilidad de sus compromisos. El escenario, como en casi todas las películas del cineasta, vuelve a ser Barcelona.

En definitiva, se trata de un film que podría convertirse sin problemas en un obra de teatro y centrado en un tema que encaja con el público urbanita, de profesiones liberales y rondando los 40.

Firma: Montserrat Bros