
La última película de Agustí Villaronga puede que no sea la que se esperaba de él, pero es una obra vitalista que provoca una sonrisa. A pesar de sus imperfecciones, es un largometraje luminoso e inocente.
La última película de Agustí Villaronga puede que no sea la que se esperaba de él, pero es una obra vitalista que provoca una sonrisa. A pesar de sus imperfecciones, es un largometraje luminoso e inocente.
Esta coproducción entre España y México es una divertida comedia con un choque cultural interesante. Cuenta con momentos divertidos y un mensaje repetitivo sobre la tolerancia pero, en general, es un film irregular y predecible.
La argentina Marina Seresesky dirige a una –siempre– divertida Carmen Machi en una comedia que combina el drama de la despoblación con la acogida de inmigrantes. La cinta tiene algunos momentos graciosos que no bastan para salvar un guión lleno de tópicos y falto de ritmo.