
Un experimento de improvisación lleno de risas y situaciones surrealistas que, pese a los cuatro rostros conocidos que hacen de protagonistas, deja como resultado un guion algo ilógico y un final disparatado.
Un experimento de improvisación lleno de risas y situaciones surrealistas que, pese a los cuatro rostros conocidos que hacen de protagonistas, deja como resultado un guion algo ilógico y un final disparatado.
La infiltrada es más que un thriller trepidante basado en hechos reales, es una reivindicación del papel de las mujeres en la policía con trabajados personajes que fluctúan entre lo profesional y lo personal.
Un traje de novia, unas metralletas, un asalto a la oficina de correos y un encuentro de ideologías políticas. Parece un buen cóctel para un guion delirante, pero la historia se contiene y no llega a explotar.
Con un guion vago y un antipático protagonista, este thriller acaba cayendo en una superficial crítica a la corrupción destapada con el estallido de la burbuja inmobiliaria. Además, sucumbe y se regodea en varias escenas de excesos.
Un thriller policíaco liderado correctamente por las actuaciones de Luis Tosar e Inma Cuesta. El constante subrayado y, sobre todo, las decisiones para cerrar la película hacen venirse abajo al conjunto y dejan un sabor agridulce.
Lo que parecía ser una cinta de acción sobre un atraco, se acaba convirtiendo en un drama angustioso cuyos intentos de generar acción no llegan a arrancar. Se queda a medio gas pese a sus buenas actuaciones.
Este documental es sentimental y optimista. Pretende ser testigo de vivencias que generan reflexiones muy sinceras, pero la mayoría de los testimonios hablan desde el privilegio, más que desde la precariedad que padeció su profesión.
Luis Tosar y Penélope Cruz llevan correctamente gran peso de esta propuesta de cine social en torno a los desahucios. Aunque narra varias historias amargas, tiene un punto de esperanza que es de agradecer.
Comedia costumbrista con muchos toques de realismo de barrio, picaresca española e hipérbole cómica. Daniel Guzmán busca la sonrisa del espectador con un film de momentos, pero no completo.
Con pasajes confusos por la profusión de nombres y detalles, esta apuesta por el cine de espías autóctono ofrece una trama entretenida y un Luis Tosar, como siempre, líder en llevar la carga dramática.