Ana Tramel. El juego.

Roberto Santiago lleva a la pequeña pantalla su propia novela, Ana. Y lo mejor de este título es, sin duda, su escenario. Es poco habitual enfrentarse a un producto, y más si es español, en el que se plantea la realidad sobre el juego y las apuestas.

En este caso, según advierten sus creadores, los personajes, los hechos, datos y lugares están inspirados en situaciones reales, lo que nos lleva a vivir con mucha más intensidad este relato que cuenta con seis capítulos de una hora de duración.

Maribel Verdú es la protagonista indiscutible y, aunque defiende su papel, Ana Tramel se queda a las puertas de nuestro afecto, quizá por esa oscuridad que lleva en su interior, quizá por una obstinada autosuficiencia o quizá porque la vemos ir permanentemente hacia el abismo a pesar de las señales. Probablemente, el gancho de la historia sea el conjunto de personajes, el submundo inestable en el que se mueven y la lucha desequilibrada (y desquiciante) contra Goliat.

Apetece conocer el final, pero el recorrido se hace arduo por la injustificada racha de traiciones, reveses y agresiones (físicas y verbales) que recibe la protagonista. Además, entre jueces parciales, fiscales que dimiten y una corrupción que campa a sus anchas, llega un punto en el que no se percibe una solución viable o, simplemente, creíble y, en ese momento, el elemento salvador resulta endeble.

No obstante, y a pesar del exceso dramático, el relato tiene interés suficiente para que salvemos este tipo de inconvenientes. Acompañar a Ana Tramel no es lo importante, sino conocer a su hermano y todo el envoltorio que asfixió su vida.

Firma: Mar Pons