El embarcadero

Llega la segunda temporada de El Embarcadero, una de las series exclusivas de Movistar+. La primera parte resultó poco convincente y con un guion irregular, si bien su argumento de fondo era interesante. Esta segunda la empeora en todos los sentidos, perdiendo gran parte del atractivo de la esta.

Haciendo memoria, este thriller amoroso nos contaba la historia de Alejandra y Verónica, mujer y amante de Óscar, un hombre de negocios que aparece muerto en la Albufera valenciana. A lo largo de los ocho capítulos de la primera temporada, ahondábamos en la relación de ambas mujeres, tan interesadas la una en la otra como en descubrir qué habida pasado con su malogrado amor.

Si algo se salvaba de esta primera parte era el interesante argumento: ¿qué había pasado con el difunto? ¿Se había suicidado? ¿Tenía negocios turbios y su muerte era el resultado de un ajuste de cuentas? Todos estos interrogantes se resuelven de manera abrupta, irregular e insulsa en una segunda temporada centrada en el sexo sin freno ni sentido entre Alejandra, Verónica y Conrado –el guardia civil encargado de llevar el caso-.

Entre escenas eróticas que no casan para nada con el argumento, los capítulos se van sucediendo uno tras otro, dejando la sensación de que no pasa nada y que la trama no avanza ni ahonda en ningún aspecto. Todo hasta llegar al penúltimo capítulo, cuando todos los interrogantes se revelan de manera abrupta y sin ningún tipo de sentido. Simplemente, se explican tal y como son, sin más, generando en el espectador una sensación a medio camino entre la sorpresa y la indignación.

De lo poco salvable de la primera temporada se podría haber creado un guion interesante que nos permitiera profundizar en la historia de Óscar, resultando un verdadero thriller con toques detectivescos y mafiosos de fondo. La realidad, sin embargo, es que todo queda sujeto a los tópicos sexuales más comunes. Sin duda, una de las primeras decepciones del año. Si Movistar+ pretende competir con sus exclusividades, debería ponerse las pilas.

Firma: José Carlos Amador