La guardia

Al parecer, para disfrutar de La guardia es aconsejable que el espectador ni siquiera se haya asomado al Mundodisco de Terry Pratchett. Y es que, según los fans de Pratchett, la serie solo recoge algunos matices y no logra funcionar como espejo audiovisual de su mundo literario. Sin embargo, los que acudimos sin pretensiones ni conocimientos previos podemos deleitarnos en un universo poco corriente, con locas historias, complejos personajes y un sentido del humor que florece en cada capítulo.

En realidad no es fácil perseverar en esta serie que discurre entre la fantasía y la ciencia ficción. Para aceptarla hay que apostar por ella y sobrevivir a los dos o tres primeros episodios, solo así iremos reconociendo los paisajes, conociendo a los personajes y aceptando el disparate como su signo de identidad.

Una vez atrapados solo queremos ver más, puesto que nada es definitivo y todo sorprende en un guión poco relevante. Sí, al guión no se le hace mucho caso pues priman los protagonistas y sus vaivenes, las realidades paralelas, los embrujos sin sentido o con él y, sobre todo, la frescura de un mundo difícilmente imaginable y algo perturbador.

Anunciamos que La guardia es un título concreto para gustos concretos. Incisiva, irónica y algo cuestionable en sus matices, que se desenvuelve en una ciudad devastada, sucia y apática pero que, no se sabe cómo, acaba por seducir a quien esté dispuesto a dejarse llevar sin juzgar cómo y a dónde. Y, como no puede ser de otra manera, el final abierto propone una segunda temporada.

Firma: Mar Pons