La orden

Llegar a esta serie con las expectativas bajas (que es lo que pasa cuando ves demasiadas ofertas fallidas de Netflix) es un rotundo éxito. Puede que la serie en sí misma no sea gran cosa (clichés, ideas errantes, previsibilidad, etc.) pero, en el conjunto audiovisual, La orden sabe mantener claras sus ideas (ya que no apunta muy lejos, es de agradecer). Y estas son: una personalidad propia en el argumento, un humor con estilo particular, unas tramas sencillas pero bien resueltas y unos personajes que no dan vergüenza ajena. La suma de todo esto es, sin duda, un logro para el público juvenil tan maltratado en la pequeña pantalla y, en especial, en Netflix.

La magia, los hombres lobo y las leyendas fantásticas se cruzan en la vida universitaria (aunque de esta última vemos poco) de unos jóvenes dispuestos a mejorar el mundo, a dejar de actuar de una forma concreta «porque siempre ha sido así» y a acoger al diferente (aunque al principio cueste). No obstante, en este ambiente fantástico también tiene cabida la venganza, la tortura y la muerte. Conceptos que se retratan quizá con demasiada frecuencia, incauto atrevimiento y poca trascendencia para el público al que se dirige.

Lo mejor que tiene esta propuesta es tener un objetivo claro e ir a por él. La orden no se pierde en delirios ideológicos ni imposiciones éticas, sólo relata un conflicto, en un universo concreto. Además, todo esto se cierra en un final correcto que, aunque deja la puerta abierta para otra temporada, satisface la curiosidad y las esperanzas del espectador.

Así que, sin pasar a la lista de las mejores series, La orden se convierte en una opción para aquellos que disfruten con las narraciones de magia y poder, donde también intervienen las fuerzas del bien y del mal y, con ellas, la venganza, el amor y la amistad.

Firma: Mar Pons