Maleantes

Érase una vez una legendaria moneda que desató el caos por Europa. Así, Maleantes se construye a base de un guion atropellado que arrolla a su audiencia con persecuciones, peleas y corrupciones de prostíbulo. Pero también cuenta con un protagonista que representa la superación, el cambio y que apuesta por la honradez y por la familia.

La contraposición de objetivos es el choque que mueve la narración; la serie enfrenta la verdad y la mentira, la lealtad y el engaño, la rectitud contra la corrupción y la realidad frente al delirio. Además, en Maleantes, la familia y la amistad ocupan un lugar relevante y el bien acaba por imponerse.

A través de un interesante componente road movie, la acción avanza entre Berlín, Viena y Marsella. Estos momentos de carretera son el espacio para las conversaciones, las confesiones, las reflexiones y donde nacen la amistad y la conexión entre los personajes.

Sin embargo, para llegar hasta allí, la audiencia debe atravesar un arduo camino de violencia. Y, aunque esta se presenta inverosímil, desbocada y con no pocos toques de humor (algo del estilo de Tarantino), el resultado es excesivo y nada agradable. A ello se suma todo un contexto de bandas, de matones mafiosos y de empresarios del vicio que contribuyen a ensuciar un ambiente ya de por sí algo pringoso.

Y, así, entre unas vidas complejas y otras egoístas, un borroso horizonte moral, disparos, peleas, luchas de poder y de supervivencia llegamos al final de un relato que nos deja satisfechos, pero que olvidamos en el mismo instante en el que nos sumergimos en la siguiente historia.

Firma: Mar Pons