Santo

Por un lado, en Salvador de Bahia (Brasil), el agente Ernesto Cardona se infiltra en la banda de Santo para averiguar quién es. Por otro, en Madrid, la policía investiga una serie de atentados a narcotraficantes. En uno y otro lugar, Santo es el objetivo principal.

Así se desenvuelve una historia de crímenes en la que no faltan ritos satánicos, asesinatos a sangre fría y crueles torturas. Tampoco faltan los policías corruptos, los intereses económicos, la falta de medios de los investigadores y las dudas sobre quién es el asesino más buscado del momento.

No ayuda a la comprensión del relato que los guionistas decidan saltar de un lugar a otro y, además, en momentos diferentes de la historia (y sin avisar). Por este motivo, los capítulos iniciales son confusos y, además, hay que contar con esas semillas que aportan información, pero no toda. Con lo que la desorientación es mayor.

Como es natural, la vida personal de los protagonistas se ve afectada por la profesional y la caza se vuelve más un asunto de venganza que de justicia. A su audiencia no se nos ahorra la violencia explícita, los rituales con alucinógenos, la desesperación de una pérdida cercana o los límites de las almas sin esperanza.

La insalvable distancia con la pantalla nos impide poner algo de sentido común en algunas de las reacciones de los protagonistas y ganas, la verdad, no nos faltan. Así, puede que la conclusión nos decepcione, pero la realidad es que vamos acumulando pequeñas decepciones a medida que se suceden las cosas. Y el final, abierto para una segunda entrega, es quizá lo menos confortable.

Firma: Mar Pons