Si lo hubiera sabido

Si los guionistas se hubieran aplicado de igual forma en la idea y en el desarrollo, Si lo hubiera sabido podría haber resultado mucho más convincente. Tras los ocho capítulos que dura, al final la historia se reduce a un mal matrimonio, y eso no parece tan insólito.

No obstante, a este título se le deben reconocer sus méritos. Entre ellos quizá el más llamativo sea el viaje en el tiempo y el desarrollo en paralelo de lo que podría haber sido y lo que fue. Además, el estilo de comedia le sienta bien a un título que parece tomarse casi todo a broma y en el que los compromisos, la fidelidad y la amistad duran casi lo mismo que los chupitos de whisky en manos de los protagonistas (porque beber, beben y mucho).

Por otro lado, la trama encuentra un buen aliado en el reloj y los cambios tecnológicos. Su evolución, a pesar de lo inverosímil de la propuesta, tiene ese componente con el que podemos identificarnos y con el que, seguramente, alguna vez hemos soñado: lo que podría haber pasado si no… (y aquí cada uno añade su decepción vital).

A la cabeza del elenco de actores, Megan Montaner es un acierto para representar a una mujer que atraviesa casi todos los estados de ánimo. Emma es algo extrema, y puede llegar a ser irritante, pero también tiene su lado tierno. El resto ocupa su lugar sin altibajos y, en conjunto, resuelven la papeleta, a pesar de lo acartonado de los modelos que ofrecen.

Sin embargo, en esta comedia, el cúmulo de situaciones, conflictos e intereses se regodea en las traiciones, las falsedades y los egoísmos, nadie se libra de su pequeña porción y, cada uno de los personajes suma mentiras a una trama mentirosa y algo desesperanzadora. A Si lo hubiera sabido le falta generosidad, candidez, romanticismo, sinceridad. En el reparto no hay ni un solo personaje (se puede exceptuar a los padres de Emma) que encarne algún valor más allá de la felicidad individual.

El resultado es una comedia ácida, con un componente de entretenimiento que no subsana el elemento destructivo de esa visión de la vida que pone por encima de todo la necesidad individual. Una necesidad, por otro lado, muy estancada en los sentimientos y la afectividad.

Firma: Mar Pons