The politician

Un capítulo piloto sobresaliente es la impecable carta de presentación del producto que ha creado Ryan Murphy para Netflix. En los primeros 50 minutos se presenta un protagonista perfectamente definido: Payton Hobbart, un joven convencido de que será presidente de los Estados Unidos. El chico parece diseñado artificialmente para el cometido y es la representación de la ambición y los delirios como modo de vida. Sin embargo, la serie pierde la oportunidad de ser una icónica crítica llena de ironía y no logra mantener el ritmo a lo largo de la primera temporada. De esta manera, acaba adquiriendo la apariencia de Glee: un instituto y números musicales.

Los capítulos exploran dos grandes temas: los entresijos de la política y la crisis de identidad adolescente. Para ello se hace una comparación de la elecciones nacionales con la campaña electoral de un centro elitista de California, en la que se evidencia cómo los intereses individuales van muy por encima del servicio al ciudadano.

Murphy hace una sátira de la política occidental exponiendo la manipulación, la hipocresía, el fanatismo en que raya la lealtad de unos con otros y la superficialidad con la que se forma a los líderes desde el colegio –todos de la clase alta, por supuesto–. A pesar del uso de un humor negro, que puede resultar incómodo, la producción no se decanta del todo por el sarcasmo y su tono desenfadado hace que pierda fuerza.

En la línea del creador, la propuesta es irregular y contiene diversos momentos absurdos. Asimismo, las tramas secundarias están bastante descuidadas –quedando abiertas para una posible segunda temporada– y los personajes, extremistas y muy bien estereotipados, pretenden normalizar a toda costa orientaciones sexuales. No obstante, la estética muestra más esmero y el elenco realiza un gran trabajo. Ben Platt lleva de manera excelente gran parte del peso de la historia, aunque su edad (al igual que la del resto de actores jóvenes) no acabe de encajar.

En resumidas cuentas, The politician es un título discontinuo que gustará en particular a los seguidores de Ryan Murphy, ya acostumbrados a ciertas excentricidades. Por momentos pierde la dirección, pero resulta entretenido.

Firma: Patricia Amat